miércoles, 23 de junio de 2010

Dia 2: Después de la tormenta

Luego del terremoto de ayer y antes de dormir, hubieron réplicas. Nunca me sentí tan mal y tan solo. La mañana siguiente, igual a todas, todo sigue igual para el mundo, nadie me nota distinto, aunque por dentro todo esta patas para arriba.

La tarjeta electrónica abre la puerta de la entrada al edificio, la charla por default del ascensor ya me incomoda, un maleducado me pide algo antes de llegar a mi escritorio. Contesto sin regalar nada. Sigo, inmutable. Llegué. El mundo se dará cuenta? Estoy casi regalado, al borde de la vergüenza nacional. Pero soy un gran simulador, la safo. Mucho trabajo me ocupó la cabeza y por primera vez me alegra.

Hoy le hablé, casi tímidamente como para tantear el terreno, su respuesta siempre vívida, espléndida, como ella, llena de vida. Me alegré mucho, la noche anterior pensaba que la había perdido para siempre. Con lo que le dije soy consciente de que no la merezco, fui un animal, aunque ella me haya perdonado yo nunca voy a hacerlo, nunca. Por ignorar sus sentimientos he adquirido con ella una deuda eterna. La quiero proteger de este mundo invasivo, y yo, el que se auto tituló su ángel guardián la llevó por unos instantes a las mismísimas tierras del infierno en primera clase y sin escalas. El plan de las disculpas ya se activó, esta en marcha, me esforcé, pero siento que no alcanza. Imposible repararlo. Se que quebré su confianza, tendré que recuperarla con mucho esfuerzo.

Vuelvo a casa y es evidente, cualquier persona con el mínimo poder de análisis se da cuenta a la distancia, mi departamento es el claro campo de batalla luego de una derrota contundente. Está abandonado y soy el único responsable.

En un estado normal la idea del suicidio parece descabellada, only for locos. Pero cuando el mundo se desmorona no te puedo explicar su cálido abrazo, es asombrosamente consolador, y ella, una experta seductora.

martes, 22 de junio de 2010

Tocando fondo

Nunca, jamás, en la vida, ni por asomo. No. Yo no lloro, nunca nadie me ha visto hacerlo, entiendo y reconozco los sentimientos en los demás, pero yo soy así, naturalmente resistente al dolor. Cuando una mujer llora en el cine o en otra circunstancia poco trascendente, me parece increíble, no lo puedo creer, me quiero convencer que lo hace apropósito, que exagera. Apenas pasados los treinta años ya me he consolidado como un tipo duro.

Y hoy estoy acá, devastado, llorando descontroladamente hace horas. He tocado fondo, solo que esta vez, es solo otra vez más. Pero que fácil, que fácil sería si fuese una persona común, ya lo imagino esa persona común va, cuenta su problema a su amigo, es escuchado, aconsejado, comienza su proceso de superación y luego de un tiempo termina con su problema exitosamente y sigue con su vida. Pero claro, yo jamás voy a poder ser esa persona. Nunca. Soy así, orgulloso, no puedo rebajarme ante nadie a reconocer que tengo un problema gigante que afecta enormemente mi vida hace años. Lo reconozco estoy equivocado, por más que me cueste admitirlo soy solo un hombre, uno más, aunque mi ego me haya hecho creer otra cosa.

En la desesperación del dolor, en ese momento que me sentí diminuto, cuando me sentía entregado a aceptarlo se me pasó por la cabeza contártelo amigo, hasta abrí tu ventana del msn para pedirte ayuda. Pero no. No y no. No pude, no puedo y te juro que no voy a poder nunca, es muchísimo más fuerte que yo. Si te lo cuento me sentiría la nada, más inútil que un trapo de piso y sería un asesinato premeditado a mi ego. Nunca más sería igual para mí, el mundo, aunque sea solo una persona, conocería mi miseria. Es por mi ego que me mira, desde allá arriba, inmaculado, ajeno a mi dolor. Cuando le pregunto “por qué?” solo encuentro silencio.

Soy un hombre más, de los tantos que atestan el microcentro en busca de sobrevivir, todos los días hago mis tareas responsablemente y miro por la ventana la ciudad. Vivo solo y el dinero no es mi problema. Adoro vivir, lo que más me gusta de la vida es hacer felices a los demás, me hace más feliz hacer feliz que me hagan. Me gustan las mañanas, me gusta salir a almorzar, me gusta el frío, y me gusta el calor, me gusta todo, todo lo que veo me parece hermoso. Pero no puedo disfrutarlo, no, al menos no desde acá, no puedo salir de este infierno, cerraron la puerta y perdieron la llave.

Probé la felicidad y me gustó, pero parece que voy a tener que vivir con el recuerdo de su sabor, porque yo estoy acá… encerrado en mi.